Hotel muy bien ubicado en el tranquilo barrio de Mala Strana. Muy limpio, personal muy amable y atento. Mención muy especial se merece una camarera de piso de pelo blanco corto y gafas que, a punto de abandonar el hotel bajó las escaleras corriendo para devolverme la medalla de oro que se me había caído en la habitación. Desde luego, volvería al mismo sitio sin dudar. Además, muy bien comunicado con el tranvía a escasos metros. Desayuno buffet, variado, muy bueno y abundante. Ciudad preciosa en Navidad. Algun dia volveremos.